¿UNA BONDAD? ¿CUÁL ES TU NARRATIVA? Quienes afirmamos que hubo un Creador Único, que creó todas las cosas visibles y las invisibles, entre ellas, el espíritu de la vida, creemos, además, que el orden de estos eventos se puede distinguir de este modo: Primero fue la Palabra Creadora (Juan 1:1), segundo fue la Sabiduría (Prov 8:22-30), y tercero, el universo. El tercer hecho de la Creación, aunque también es un hecho metafísico que obedece a una verdad teológica, está indagado por la ciencia, y ésta, no solo le concede el lugar de hecho fáctico, sino que además, proclama su ocurrencia, diciendo que debió suceder hace aprox. 13.800 millones de años, cuando apareció en un momento inicial donde fue concentrada toda la materia, llamado singularidad espacio-temporal. En este punto geométrico gobernaba la energía del vacío, haciéndose evidente con ella, el nacimiento del espacio, y siendo catalogada la densidad de la materia como infinita. Según afirmaron nuestros eminentes hombres de ciencia (Lemaitre, Gamow, Guth, Linde, Hawking, etc.,), allí se reunió toda la materia, toda la energía, todo el espacio y la dimensión temporal. Después de ello ocurrió la gran explosión (Big Bang) que se expande con la misma densidad por todos los lados del universo, alargando sin cesar el espacio, y permitiendo una habitación casi infinita al universo.
Alexander Granada Restrepo – 20 junio 2022
Mi proposición sobre las causas que generaron esta brutal explosión se reduce a afirmar que la dimensión temporal no existía en la singularidad inicial y que la llegada del tiempo calentó la materia y el espacio y provocó la fluctuación negativa de la energía potencial gravitatoria del universo, lo que propició la gran explosión y el inicio simultáneo de la ocurrencia del tiempo. Este primer sobrecalentamiento de la materia dividió las fuerzas que rigen el universo en dos fuerzas principales: la fuerza inflacionaria y la fuerza espiritual. La fuerza inflacionaria es la madre de todas las fuerzas físicas o racionales: la electromagnética, la fuerte, la débil y la de gravedad. La fuerza espiritual rige las fuerzas metafísicas o no racionales, las cuales se estima que controlan el 80% de la vida del universo, según se puede inferir de la cantidad de materia oscura que compone el universo.
Todo lo anterior para decir que desde que se generó el universo, todas las fuerzas que confluyen en su vida, provocan cambios sustanciales y permanentes en la materia, en la temperatura del entorno, y esto no ha dejado de ocurrir desde hace 13.800 millones de años.
¿Cuándo surgió la vida en la Tierra? El rastro más antiguo encontrado como bacterias fosilizadas, tiene una edad estimada en promedio de 4000 millones de años.
Y hace 251 millones de años ocurrió la gran mortandad, en el evento de extinción masiva del pérmico-triásico, casi se aniquila toda la vida compleja del planeta, y eso que aún el hombre no había aparecido en el escenario de la Tierra. En este evento se extinguieron el 95% de las especies marinas, y el 70% de las especies vertebradas de la Tierra.
Las causas de la hecatombe biológica aún se desconocen. Una de las hipótesis apunta a la liberación de grandes cantidades de gases de invernadero, atrapadas en los fondos oceánicos en forma de hidratos de metano (moléculas de metano en estructuras de moléculas de agua). El metano resulta de la descomposición de los organismos vivientes en el agua, que reaccionan con el agua a punto de congelarse formando hidratos. Los hidratos de metano duermen en los fondos marinos, y constituyen una fuente energética alternativa de abastecimiento mundial de combustibles. Pueden llegar a ser el doble de las reservas actuales estimadas de los recursos energéticos fósiles. En los próximos años seguramente se utilizarán como el petróleo o el gas natural de modo industrial. El problema es mayor si consideramos que la liberación de metano a la atmósfera incrementará el efecto invernadero con un efecto 21 veces mayor al del dióxido de carbono.
Hace muy poco aparecimos los seres humanos del linaje de los hominoides erguidos, cuyos fósiles datan de algo más de 6 millones de años. Aunque creemos ser la cumbre misma del proceso evolutivo, hemos mostrado gran dificultad para convivir adecuadamente con los demás participantes de nuestro universo, a tal punto, que nuestra conciencia colectiva nos endilga con frecuencia el apelativo de “hombre destructor”, debido a los sucesos posteriores a la Revolución Industrial, iniciada en Manchester Inglaterra en el siglo XVlll, y que aún no termina.
Aceptando que el cambio climático es parte intrínseca en el desarrollo del universo, y que la Tierra ha tenido en su historia innumerables aumentos y descensos exagerados en la temperatura que han puesto en peligro la prosperidad de la vida dentro de ella; creemos también que el hombre moderno haciendo un uso indebido y desproporcional de los recursos naturales de esta generación, ha acelerado el calentamiento de la Tierra, llevando la vida a un ciclo artificial de riesgo, el cual debemos, como seres sociales, impedir.
¿Qué hacer? Creemos que las estrategias educativas y represivas sobre el mejoramiento de los procesos que ayuden a impedir el calentamiento de la Tierra debido al efecto invernadero que producen, por ejemplo, el aumento indiscriminado de gases en la atmósfera, como el dióxido de carbono, ha fracasado, a pesar que hayamos identificado los riesgos en la producción industrial, la deforestación, la destrucción de microcuencas de abasto de aguas, y la no utilización de energías limpias en los medios de transporte, etc,. Debemos entonces, cambiar la didáctica educativa.
El siglo XXl es el siglo de la información abrumadora y de la comunicación asincrónica entre las personas. La neurociencia ha observado que cuando una información es desvirtuada en su verdad por otra información de igual peso en la creencia, su validez se anula y el cerebro empieza a desinteresarse y evita en modo consciente grabarla en su memoria. A la vez, en el comportamiento social observado en el uso de nuevas tecnologías de comunicación entre personas, se encontró un intento de renuncia a la oralidad (generación muda) y una mayor preferencia por la comunicación fragmentada. Enviamos un audio, luego nos responden el audio, y en otro momento del día los escuchamos y lo respondemos si es el caso. Participar de una llamada telefónica directa se empieza a interpretar como una violación a la intimidad, una pérdida en el dominio del tiempo propio, como una sensación de que fui cazado. No hay protocolos sociales aún para la conversación mediante audios y cada uno la asume con la libertad que mejor le convenga.
¿La Solución? Las narrativas. Debemos rescatar las narrativas como una necesidad biológica en el ser humano, que siempre deseó y aprobó en su niñez que le leyeran sus mayores, las historias de los mitos fundacionales y los relatos y cuentos literarios. Este mecanismo de aprendizaje, parece ser, que obliga al cerebro al esfuerzo de memorizar e induce la reflexión. En este punto es donde debemos encontrar las narrativas adecuadas para enseñarles a los jóvenes estudiantes, y a los ciudadanos, sobre la importancia principal de cuidar los recursos naturales y de aprovecharlos en el respeto a la vida de la Naturaleza, en la correcta interacción de los seres humanos y no humanos. No podemos perder tiempo, el antídoto para los nocivos sistemas de aprendizaje por el exceso de información son las narrativas. Recordemos que podemos hilar las historias, aun en temas de difícil aprehensión para muchos, como son las matemáticas. Otrora, cuando el aprendizaje tenía más implicada la memoria que el análisis, podíamos aprender las tablas de multiplicar con mucha facilidad solo estudiándolas como una canción, con algún nivel de ritmo y musicalidad. Esto le gusta a nuestro cerebro y a nuestro corazón. Ya lo sabemos.
(Por: ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO )
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