Ella nació en Angostura, un municipio de Colombia de la subregión Norte del departamento de Antioquia. Un pueblo repleto de oro, maíz, café y ganado.
El pueblo de los indígenas Nutabes en el siglo XVI, de los buscadores de oro de Mina Vieja dos siglos después, de la dictadura de Juan del Corral, de las batallas entre liberales y conservadores, del padre Marianito y de Marleny de Fátima, la MAMÁ CABEZA DE FAMILIA, protagonista de esta historia.
La Chalina, como es conocida, nació en 1952 en este pueblo llamado la Despensa del norte. Se crió viajando por los distintos pueblos de Antioquia, su papá, con la familia al hombro, fue notario de Liborina, Puerto Berrío y Santa Fe de Antioquia. También, fue alcalde militar de Dabeiba y un reconocido líder liberal de aquella época de disputas a sangre y fuego.
Rigoberto murió muy joven por un paro cardíaco. Su corazón dejó de latir y el de ella, Marleny, una pequeña de tan sólo 12 años, también dejó de latir aunque seguía palpitando. Él fue un hombre amoroso, cuidador y muy alegre. Lo lloró lo que pudo porque muy rápido, fue ella quien tuvo que echarse la familia al hombro, a su madre y a su hermano.
Las mujeres suelen dedicarse a cuidar de los demás con más frecuencia que los hombres, es de conocimiento de todos que los cuidados que prestan las mujeres son más continuos y extenuantes.
Luego de ser internada en un orfanato, en el que aprendió a bordar, tejer y a escapar del maltrato, tuvo que salir a trabajar en la calle y en la casa. Jornadas intensas y prolongadas.
No es de sorprender, que las mujeres que cuidan a otros, sin recibir remuneración, acaban sufriendo de mala salud. Marlen, es una mujer alegre, sin embargo en su cuerpo está escrito el dolor y el agotamiento de lo vivido.
La abuela hippie, como también es apodada, está llena de anécdotas que mezclan: amor, riesgo y, casi siempre, huidas. Ya fuera del orfanato para llegar en pijama a Ancón -uno de los festivales de rock más icónicos del país-, o de la policía en manifestaciones, cuando participó de las juventudes comunistas, en su paso por la universidad pública.
En esa época, hace cincuenta y tantos años, después de la guerra fría, a Colombia llegó el movimiento hippie: plantas, rock, cine, vida en comunas, jóvenes despreocupados ,teatro, nadaístas, festivales multitudinarios y muchas, muchas drogas. Ella lo vivió con ganas. Hoy, a sus más de 70 años, todavía es una hippie con mucha originalidad.
Ella fue madre desde sus escasos 21 años, también escapó de ese supuesto hogar luego de que el papá de su hijo la amenazara con un arma. Se voló. Sin embargo siempre reconoce ese 6 de mayo 1975, día en que nació su primer hijo, como uno de sus tres mejores recuerdos.
Y es que cuando llegó a sus 30 años, ya tenía 3 hijos, era madre cabeza de familia y seguía con su mamá y su hermano al hombro. Vendió lo que pudo, muchas veces con trabajos estables como vendedora de seguros o planes exequiales. Otras tantas, con el rebusque propio de las madres cabeza de familia en Colombia.
Según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en Colombia el 41% de los hogares son liderados por mujeres, de las cuales el 78% se encuentran en condición de pobreza. Esta situación pone de manifiesto la necesidad de políticas y programas que apoyen a las mujeres cabeza de familia en su búsqueda de un sustento digno para sus familias.
Marleny, conoció cada rincón de Medellín prospectando clientes, tejiendo relaciones y expandiendo su espíritu cuidador. Cuando sus hijos eran pequeños, era común que a su casa llegaran “locos” en búsqueda de alimento, o cualquier otro cuidado.
Para esta madre, maternar sola fue muy difícil. Pero cada día se levantó con la convicción de que podía hacerlo, que por dura que fuera la vida ella tenía con qué. Sus hijos atesoran recuerdos de una infancia con canciones de cuna de trova cubana, mucha salsa y boleros. Incluso, ella es reconocida por versar con una canción para distintos momentos de la vida, ese es su tirito.
En cuanto a la educación, el DANE reporta que el 23% de las mujeres cabeza de familia no han completado la educación secundaria, lo que afecta brutalmente sus oportunidades laborales y su capacidad para generar ingresos suficientes para sus familias. Ese fue el caso de Marlen, una madre autodidacta, con una experiencia de más de 30 años en ventas; una estudiosa de las terapias holísticas, que por la responsabilidad que tenía entre manos tuvo que enfrentar distintas batallas.
Ella sueña con viajar, con conseguir la plata que le permita hacerlo en vida. Dentro de sus sueños sin cumplir, está ese. Haber viajado con su hijo mayor quién fue desaparecido y luego asesinado, en el 2003, por el paramilitar Carlos Pesebre. Este último tiene un amplio prontuario (participó en la triste operación orión, lideró la temida oficina de Envigado, y creó combos dedicados al microtráfico, robo, extorsión y homicidios). Hoy está en la cárcel.
Cuando murió su hijo, aunque su corazón ya no estaba en la botella en la que lo guardó cuando murió su padre, ella se murió en vida. Fueron muchos días de búsqueda y el dolor fue tan grande que su sistema digestivo no aguantó tanta tristeza y fue jubilada por invalidez por una grave enfermedad gastrointestinal.
Ella reconoció que su súper poder es acomodarse a lo que le presente la vida y seguir adelante. Hoy vive en el Corregimiento de Santa Elena, sus días transcurren en compañía de un perrito a quien llama Leal, de su hermoso jardín y de cientos de pájaros que van a visitarla. Le gustaría ser recordada con amor y respeto y reconocida por la valentía de seguir adelante «suceda lo que suceda». Siempre con esperanza y mucho amor.
Su papá le cantaba para hacerla dormir “No despiertes si sueñas amores. Niña hermosa, soñar es amar. Despertar es quebrar ilusiones. Hallar entre sombras la amarga verdad. No despiertes si vives soñando. En tu mente hay torrentes de sol. En tus sueños se encienden suspiros. Que te cercan y acallan tu voz. Soñar y nada más, con mundos de ilusión. Soñar y nada más, con un querer arrobador. Soñar que tuyo él es y vive para ti. Soñar, siempre soñar, que dicen que en amor es triste despertar”
Ella hoy se la canta a sí misma. Y yo, que soy su hija menor, la tengo grabada como la más bella oración.
Es hora de que como sociedad seamos corresponsables y trabajemos por mejores derechos y garantías para las madres cabeza de familia en Colombia. Porque aunque mi mamá crea que el cuidado es amor desinteresado, el cuidado es trabajo no remunerado. Debemos abogar por políticas y programas que promuevan la igualdad de género, el acceso a la educación, el empleo digno y la seguridad social para estas mujeres que son mal llamadas las “superwoman”.