Razón le asistía a un ex presidente cuando se inmortalizó negativamente con la frase, “hay que reducir la corrupción, a sus justas proporciones”, ante la imposibilidad de combatirla por los entes de control, como por la frágil respuesta del sistema judicial.
Un país que pretende obtener la paz social, no puede tener una justicia tan débil, como lo es la nuestra, que poco hace para garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos frente el asalto al erario por unos pocos, corrupción que se ha extendido como un cáncer que ha alcanzado todos los niveles, invadiendo tanto al sector público como el privado, con pérdida de la capacidad de asombro ante los permanentes escándalos de saqueo por parte de los funcionarios de Estado en sus diferentes escalas, regándose con un fantasma que ronda las sociedades.
Ese cáncer de la corrupción se le conoce como el uso indebido del poder que tienen las personas derivado de los empleos en el nivel gubernamental y como consecuencia de ello obtienen beneficios para si mismos o para terceros, generalmente de tipo económico en sus diferentes variantes, de peculado, concusión, cohecho, tráfico de influencias, gamas de delitos que a diario son tipificados por esas mafias incrustadas en la administración pública y sector privado.
Lo alarmante es que ese cáncer también se viene presentando en la justicia dificultando su acción, donde sobresale el fraude procesal, el prevaricato, la denegación, los fallos inhibitorios, el indignante cartel de la toga, como el retardo en sus decisiones, generando incredulidad en las instituciones e inseguridad jurídica.
La corrupción se remonta en Colombia casi a su nacimiento como nación , que carcome las estructuras sociales y presentes en nuestro devenir institucional.
Ahora bien, cierto es, que en ninguna parte del planeta existe un gobierno de ángeles, pero cuando una enfermedad no es combatida a tiempo, las consecuencia es su agravamiento, de allí que se sostenga, que si no se sanciona con rigor por los jueces competentes, dejando de lado las condenas laxas con la aplicación irregular del principio de oportunidad, para muchos de impunidad, se permea en el sentir popular la idea de su tolerancia, con incitaciones para su repetición, aplicándose la frase que “aquel que vive en la impunidad, vive en la legalidad,” significando que aquello que se le trata como impune, tarde o temprano va revistiéndose con mantos de legalidad.
No es secreto alguno que la conquista constitucional de la elección popular de alcaldes y gobernadores se encuentra hoy por hoy amenazada por la corrupción, por la forma descarada como se abusa de los presupuestos de estos entes territoriales, se malversan los recursos públicos, donde los organismos de control miran para otro lado o se quedan cortos en su investigaciones por las presiones políticas, ya que no es distante la relación entre la corrupción y la mala política, de moda en el momento presente.
Como quisiéramos no tener más casos como los de Dragacol, Agro Ingreso Seguro, la represa del guavio, las losas de trans milenio, termorrio, el metro de Medellín que triplicó su valor , los Nulles. Moreno Rojas, Kiko Gómez, Reficar, Fehó (Licorera de Caldas), Carimagua ,el reparto de los bienes de la mafia en la dirección de estupefacientes , los dineros de la alimentación, Interbolsa, el caso de centro poblados, el ingreso de dineros ilícitos a campañas políticas , Elit, La Unidad de Riesgo, el manejo de la salud.
Frente a estos hechos , sólo podemos exclamar, ¿Cómo subsiste todavía este país?
Las palabras, honestidad, pudor, recato, transparencia, vergüenza, pareciera pertenecieran al pasado.
ADENDA. La pesadumbre que produce como se abusa del erario nos hace recordar a la escritora estadounidense (nacida en Rusia) Alissa Zinovievna, conocida en el mundo de las letras como Ayn Rand, fallecida en NY en 1982 cuando expresaba: ”cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada, cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores, cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y el tráfico de influencias, más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contario, son ellos los que están protegidos contra ti, cuando descubras que la corrupción es recompensa y la honradez se convierte en un auto sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte tu sociedad, está condenada.
Sobra comentario alguno.
Por: J.Ferney Paz Q – Exmagistrado